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Un trabajo de Historia

  • Foto del escritor: Copito
    Copito
  • 10 sept 2022
  • 5 Min. de lectura

Sin exagerar y muy a mi pesar, hace dos años que no me meto dentro de esta selva llamada mi blog. Habré perdido facultades, es claro, pero no esa ilusión, aunque decir que complicado estará el hecho de volver a acordarse de como escribir. Diré que haré lo que pueda, sin prometer nada por supuesto, ya sabeis que nunca lo hago, de ser así este lugar tendría más de una sola entrada.


En esta nueva, daré cabida a mi yo del pasado, y a un perdido trabajo de Historia que residia entre las profundidades de mi cajón de escritorio. Aquel que entregue con la ilusión de una niña a tal personaje de ahora nombre no me quiero acordar, pero no por cuestiones de llamarse Don Quijote ni residir en La Mancha, sino por un simple hecho de privacidad, aunque a decir verdad quien me conozca y haya estado más de cinco minutos hablando conmigo sobre este último año sabe perfectamente a quién me refiero, y os puedo asegurar que mi nota reflejo su opinión, se podria decir que empecé a caerle bien.


El contexto es simple, "La Lengua de las Mariposas" del 1999, una gran película, que más que película fue reflexión y más que eso fue inspiración, pero dejar que todas esas emociones os las cuente la Neus de hace seis meses, la mañana antes de un examen de cuatro temas y dos horas de sueño.



La Suerte de Ser Educados


Siempre he defendido a capa y espada la importancia de la educación en la sociedad, puede que no se note mucho a primera vista, ya que bueno, a decir verdad en ocasiones esa idea se me dispersa de la mente con tal de echarme una cabezadita en clase, y no sinceramente es por que me apetezca, es que también pienso que el funcionamiento al modelo instructivo educacional actualmente le falta un poco más de salud mental para el alumnado, y esto me deriva a poder dormir bien por las noches.


Ha habido una evolución casi inhumana desde aquella Segunda República que tanto me está costando aprender, y a sabiendas de que probablemente haga la opción más conservadora en el examen, no me dejan de fascinar todas aquellas reformas, alzamientos a nombre y por bandera de la reivindicación de los derechos básicos humanos, personalidades que dieron su vida por hacer de este mundo un lugar mejor y una nación (o media) que a falta de echarse atrás, se comprometió con España para hacer de esto una sociedad libre de represión y de ignorancia.

Retomando con el tema de la educación, es inevitable en una situación actual como la que tenemos ahora las distracciones sean el primer hito que nos venga a la mente en cuanto pensamos en leer un libro, es decir, ¿Para qué hacerlo si podemos hacer cualquier cosa mejor y de la que probablemente saquemos más fruto? Ya, ya se que que estarás a punto de arrugar este papel por la pregunta, en cierto modo es a modo de sátira, pero tranquilo, he de decirte que yo también estoy muy en desacuerdo con esto.


Realmente hay más simpatizantes de los que alguien se pueda imaginar con esta absurda lógica por delante, y es que con la llegada de tantos mundos paralelos se nos ha olvidado vivir en el nuestro. Igualmente yo no soy quién para hacer ahora una campaña para la nueva feria del libro en estos momentos, disponiendo de tan poco tiempo para leer no seré yo quién se posicione a primera línea de los estantes de la biblioteca.


Cada día veo a más gente cabizbaja dentro de las aulas, pueden estar entrando la tercera Fase REM o simplemente intentando matar el tiempo haciendo la única actividad que se les pueda dar bien sin hacer esfuerzo alguno: nada.


Como ya he dicho antes, no les culpo, soy consciente de mis pecados, pero al menos en justificación a ellos soy la número uno en dejar mis cinco sentidos a la sumisión de una clase bien explicada e interesante; porque admitamoslo, se dice que no, que no tiene nada que ver, pero el profesor a posteriori, en una asignatura hace mucho.


Me apasiona ver como desconocidos, ya rozando la última puerta hacia el paraíso, dentro del documental se emocionan de una manera casi pasional cuando escuchan hablar de quien fue su maestro, y se autodenominan a ellos mismos como discípulos haciéndoles honra de lo que un día sembraron en las pequeñas mentes de esos pocos que fueron privilegiados a su época, y luego estamos nosotros, nuestra generación que si estamos de buen humor ese día les damos los “buenos días” al siguiente que pasa por la puerta a primera hora.


Nos han mal acostumbrado, y es que en un siglo donde las opciones se han calificado de a poco ilimitadas nunca nos ha faltado de nada, y aún así queremos ponernos en la piel de aquellos que se les saltaban las lágrimas con fragmentos rotos de Gustavo Adolfo Bequer, a los cuales nosotros con un click nos cuesta muy poco tenerlos en la palma de nuestra mano.


Hemos tenido la suerte de conocer tantas cosas que hemos generado el efecto contrario del objetivo del cual la educación debería tener, hemos generado un rechazo a la información.


Es cuestión de tiempo, me digo a mi misma, pero muy a mi pesar querría que de tantos que se han propuesto, se promulgará un manifiesto al saber, a una educación natural, como la de aquel Ferrer i Guardia, después de leer su historia solo quise dedicarme en un futuro a la docencia para cambiar, como dijo una profesora republicana que creó una institución libre en Venezuela “enseñar de la manera contraria como me habían enseñado a mi”.


Pero ni yo se que tengo cualidades para que me apasione cualquier materia de la que pueda ejercer como maestra y que tengo otras ambiciones en la vida a las que aspirar.


Y es que considero esa profesión como uno de los oficios más complicados y peor pagados de la historia, y soportar esas condiciones no lo puede hacer cualquiera.


La vocación de la enseñanza no la tiene cualquiera y para calar en la mente de alguien se necesita tener un poder psíquico profesional, o simplemente ser buen profesor.


En definitiva, ya llegando a la conclusión que se me hace tarde, haré lo que esté en mi mano, lo poco que puedo llegar a cambiar la iniciativa de que a alguien le guste estudiar, y es que se confunde mucho, estudiar con aprender, incluso en ocasiones no se diferencia.


Y es verdad, el saber no ocupa lugar, y ojalá se aprendiera, como el medio que se tuvo durante el periodo de entreguerras a las escuelas laicas, que la información en esas instituciones no es la que mata a la larga a los niños con el saber, sino la desinformación.




Actualmente esta reflexión me parece bastante interesante y me apetecia de alguna manera mostrarla y que quedara a disposición de los tres desempleados que leyeran estas lineas.

En todo caso, gracias por la atención y sobretodo, por vuestro tiempo.


Nos seguiremos leyendo.


Copito


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